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Si eres de esas personas a las que no puede faltarles su ´chelita´ diaria, ya sea para relajarte o para socializar, quizá sea momento de que pienses un poco en tu salud. Diferentes organismos como el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido (NHS), advierten que incluso un consumo "moderado" puede tener efectos negativos sobre el hígado.
El hígado es el órgano encargado de metabolizar el alcohol, y ese proceso genera sustancias que pueden resultar tóxicas, por lo que, si lo sometes a dicho proceso todos los días, lo irás dañando poco a poco. A continuación, te explicamos por qué:
Cuando el cuerpo descompone el alcohol, se generan compuestos como el acetaldehído, que pueden inflamar o dañar las células hepáticas. Con el tiempo, esto puede derivar en fibrosis o cicatrización del hígado, sobre todo si el consumo es continuo.
Una de las consecuencias más comunes del consumo habitual de alcohol es la esteatosis hepática o hígado graso. Esta condición implica la acumulación anormal de grasa en el órgano, dificultando su funcionamiento e incrementando el riesgo de desarrollar otras enfermedades hepáticas más graves.
Los síntomas del daño hepático no siempre son evidentes al principio. Algunos de los primeros signos pueden incluir fatiga constante, pesadez o dolor en la parte superior derecha del abdomen. Estos suelen ser ignorados, especialmente cuando beber es parte de la rutina social.
Diversas asociaciones médicas, como la Sociedad Española de Medicina Interna, han subrayado que no es necesario llegar al consumo excesivo para que haya afectaciones. De hecho, han señalado que incluso cantidades bajas y regulares de alcohol pueden iniciar procesos degenerativos en el hígado.
Por eso, más allá de lo que se considere "normal" culturalmente, los expertos recomiendan limitar el consumo de alcohol al mínimo posible. Y es que, cuando se trata de salud hepática, el hábito aparentemente más inofensivo puede tener consecuencias serias a largo plazo.