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13 de junio del 2025
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¿Puede la logística ser realmente sostenible?

Aprende cómo las empresas pueden rediseñar su logística para reducir el impacto ambiental sin comprometer tiempos, costos ni calidad operativa...

México | 2025-06-13 | Redacción
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¿Puede la logística ser realmente sostenible?

El camino hacia operaciones más responsables no siempre comienza con decisiones grandilocuentes. A menudo, lo verdaderamente transformador se encuentra en los ajustes discretos que, al acumularse, reconfiguran el todo. En la logística, esa premisa cobra un valor singular. Lejos de ser un departamento aislado, esta área funciona como el sistema circulatorio de múltiples industrias, distribuyendo productos, insumos y servicios a cada rincón del entramado comercial.

Si bien durante años se priorizó su rendimiento en términos de velocidad y costo, hoy el foco empieza a desplazarse con otra urgencia: su impacto sobre el planeta.

La verdadera disyuntiva ya no está entre eficiencia y sustentabilidad, sino en encontrar una integración realista entre ambas. Y para lograrlo, más que soluciones inmediatas, se necesita un cambio profundo en la forma de pensar los procesos.

¿Cómo reducir el impacto ambiental sin perder eficiencia?

Repensar desde el origen cada eslabón logístico

La transformación no empieza en el transporte, ni siquiera en el almacén. Comienza mucho antes, cuando una empresa decide revisar con lupa todo lo que ocurre entre la fabricación de un producto y su entrega. Analizar ese trayecto con una perspectiva ecológica implica mapear el sistema completo: cuántos movimientos innecesarios hay, cuánta energía se consume en cada etapa, qué tanto se depende de combustibles fósiles, y sobre todo, dónde se repiten patrones que podrían optimizarse.

Una primera medida suele ser la digitalización de los procesos. Esto no significa simplemente informatizar tareas manuales, sino tener una mirada holística de las operaciones. La implementación de un software de gestión puede ser el punto de partida para detectar redundancias, medir el uso de recursos en tiempo real y tomar decisiones informadas sobre rutas, stock, demanda e incluso consumo energético. Este tipo de herramientas permiten, por ejemplo, consolidar entregas, evitar trayectos vacíos o detectar cuellos de botella invisibles para el ojo humano.

Pero no alcanza con ver los datos. Es necesario establecer nuevas métricas de éxito. A la par de KPIs tradicionales como el tiempo de entrega o el costo por envío, muchas empresas comienzan a incluir indicadores relacionados con emisiones de carbono por unidad transportada, porcentaje de embalajes reutilizables o eficiencia energética de sus depósitos.

Cambios visibles en el transporte y el almacenaje

Con los diagnósticos en mano, las acciones más evidentes aparecen en las flotas y los centros logísticos. En el caso del transporte, la reconversión energética se ha vuelto un eje de innovación. Cada vez más compañías están incorporando vehículos eléctricos o híbridos, no solo para reducir emisiones, sino también para adaptarse a regulaciones que restringen el acceso de vehículos contaminantes a zonas urbanas.

La eficiencia en las rutas también juega un papel relevante. Gracias a la geolocalización avanzada y el análisis de datos en tiempo real, hoy es posible rediseñar trayectos que reduzcan kilómetros recorridos y, por ende, el consumo de combustibles. Incluso pequeñas decisiones, como modificar horarios de entrega para evitar congestiones, pueden generar un impacto acumulativo si se aplican de forma constante.

Por otro lado, los centros de distribución también están atravesando su propia transición. Desde sistemas de iluminación inteligente hasta techos solares, pasando por la automatización que reduce consumos innecesarios, las inversiones en infraestructura sostenible están creciendo. Incluso el diseño de los edificios comienza a contemplar parámetros más exigentes de eficiencia térmica, reutilización de agua y ventilación natural.

Repensar el packaging y su ciclo de vida

¿Puede la logística ser realmente sostenible?

Un área que solía ser secundaria hoy concentra buena parte de la atención: los materiales que envuelven y protegen los productos. Allí también hay margen para decisiones más conscientes. Las marcas que se proponen revisar sus embalajes no solo reducen el volumen de residuos que generan, sino que muchas veces logran optimizar espacio y peso en sus envíos, lo que repercute en menor consumo de energía para su traslado.

La incorporación de materiales reciclados, reciclables o biodegradables es solo una parte de la ecuación. El verdadero cambio aparece cuando el packaging deja de pensarse como algo desechable y comienza a verse como un recurso circular. Algunos modelos logísticos incluso ya incluyen el recupero de envases en su circuito, generando nuevas dinámicas de distribución inversa o puntos de retorno.

Desde una perspectiva operativa, estas decisiones también deben alinearse con los sistemas internos de cada empresa. Contar con herramientas que integren diseño de packaging, inventario, distribución y recupero permite que la gestión de logística no se fraccione en silos, sino que funcione de manera coordinada, maximizando recursos sin perder de vista los objetivos ambientales.

Colaboración con proveedores y socios estratégicos

La sostenibilidad no puede ser una decisión unilateral. Para que una cadena logística realmente reduzca su impacto ambiental, cada actor involucrado debe comprometerse con el mismo objetivo. En este sentido, la selección de proveedores cobra otra dimensión. Ya no alcanza con elegir por precio o tiempos de entrega. Ahora también se evalúan criterios como trazabilidad de origen, políticas medioambientales y estándares de emisión.

Esto genera, a su vez, una oportunidad de cocreación. Las empresas que logran desarrollar relaciones sólidas con sus socios pueden establecer proyectos conjuntos: desde compartir depósitos para reducir duplicaciones hasta coordinar calendarios para evitar trayectos superpuestos. Incluso es posible establecer acuerdos de colaboración para desarrollar soluciones más eficientes en conjunto, como embalajes reutilizables diseñados a medida o esquemas de transporte compartido.

El rol de los equipos y la cultura organizacional

¿Puede la logística ser realmente sostenible?

Más allá de las inversiones tecnológicas, la sostenibilidad necesita un componente humano. Ninguna estrategia será efectiva si no logra permear en los equipos que día a día toman decisiones pequeñas, pero relevantes. Por eso, capacitar al personal en prácticas ecológicas, involucrarlo en la identificación de mejoras y reconocer iniciativas individuales puede ser tan relevante como la mejor solución digital.

Este enfoque también supone redefinir los incentivos. Si los objetivos individuales y de área siguen centrados exclusivamente en métricas tradicionales, es difícil que emerjan propuestas que prioricen la eficiencia ambiental. En cambio, cuando los indicadores de desempeño comienzan a incluir aspectos vinculados al uso responsable de recursos, muchas veces los propios empleados detectan oportunidades que desde la dirección pasarían desapercibidas.

Cuando el beneficio va más allá del negocio

Si algo dejó en evidencia la transición hacia modelos más sustentables es que sus beneficios no se limitan a lo reputacional. Las empresas que implementan estos cambios suelen observar mejoras concretas en sus costos operativos, fidelización de clientes y capacidad de adaptación a regulaciones futuras. Al mismo tiempo, se posicionan mejor frente a inversionistas, organismos financieros y otros actores clave que cada vez priorizan criterios ESG (ambientales, sociales y de gobernanza).

Pero quizás el impacto más interesante es el que ocurre puertas adentro. Una operación que revisa y redefine sus procesos con mirada crítica no solo se vuelve más eficiente. También cultiva una forma de pensar que prioriza lo necesario por sobre lo automático, que pone en cuestión los hábitos asumidos y que entiende que innovar no siempre es sumar cosas nuevas, sino muchas veces hacer menos, pero hacerlo mejor.

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